Thursday, October 06, 2005

MITLA

MITLA: EL UMBRAL DE LA ETERNIDAD

Por Waldemar Verdugo Fuentes
Fragmentos Publicados en “Vogue”-México
Fragmentos Publicados en “Gabriela Mistral en México”, diario UnoMásUno, México, D.F. 7, 14, 21 y 28 de octubre de 1988.

Es Mitla una de las arquitecturas arcaicas más hermosas de América. Y señala el sitio en que se encuentra la entrada y la salida de la Eternidad.  Mitla es una puerta más que una ciudad y por ella, cuentan los lugareños, todo el mundo cruza, aunque no se sabe de uno que haya vuelto. Los palacios de Mitla figuran entre los más sofisticados de la antigüedad. Sobresale la decoración de sus monumentos por una belleza excepcional: diseño geométrico, habilidad y movimiento se conjugan en las decoraciones formadas como un rompecabezas, con diminutas piezas de piedra labrada unidas sin la utilización de ningún tipo de estuco, que forman diseños a manera de grecas, con su propio significado. Los cronistas españoles cuando se refieren a la arquitectura de esta ciudad ceremonial, lo hacen mezclando la admiración con el espanto de reconocer tal grandeza arquitectónica dedicada a la muerte. Hoy, recién brotando de la tierra por gracia de la arqueología, la ciudad, como hace milenios, está protegida por perros salvajes que al caer la noche no permiten el paso a otro ser vivo. Cubiertos sus muros de escritura tallada en la piedra, Mitla parece un enorme libro que solo es posible leer usando algo más que los ojos.

   La civilización zapoteca sobrevive en México como el tercer grupo étnico más numeroso después del Náhuatl y el Maya. Son menos de 500.000 personas, y descienden del singular grupo humano que se asentó en el noroeste mexicano hace no menos de 3.000 años. Poseen un idioma que les es propio, con cierta musicalidad semejante al sánscrito; en la actualidad se conserva monolingüe un 20 por ciento de su población, el resto habla además el español. Los Zapotecos trajeron de su oscuro lugar de origen una alta sabiduría;  su sistema de escritura se ha preservado en jeroglífico, siendo Mitla, como se ve, una ciudad ceremonial envuelta en piedra tallada con escritura. Dominaban la botánica y las matemáticas, tenían un dominio preciso de la cuenta de los días y poseían conocimientos astrológicos avanzados: por ejemplo, siempre supieron que la Tierra era redonda. Sus orfebres trabajaban especialmente el oro, logrando perfección en sus piezas de joyería; hoy es pobre este pueblo, cuyos nobles ocupaban un sitio privilegiado en la corte de la Gran Tenochtitlán.

   La mitología de los fundadores de Mitla se arrastra a un tiempo del cual no sabemos nada. El maestro Marcos de Zaachila narra que “ya brotados los árboles, en vez de frutos, dieron pájaros de mil colores, que por largo tiempo anidaron en sus ramas; luego caían a tierra y se desplumaban, convirtiéndose en hombres”. Luego de vivir unos dos mil años en el valle, un dios les reveló a los zapotecos que serían “custodios del sitio sagrado por donde siempre entran y salen las personas”. En uno de sus Códices se narra cómo “se les señaló un lugar en el que debían construir una ciudad ubicada en el umbral de lo que no termina”. Así nació Mitla: como un sitio que custodia una entrada a la eternidad.

   En la "Monografía Zapoteca" de 1982, publicada por el Instituto Nacional Indigenista de México, leo: “A pesar del predominio del culto católico, son muchos los pueblos en los que persisten algunas creencias de origen prehispánico, como la referida a ciertos animales presumiblemente totémicos, conocidos como tonas, con los que está relacionada una persona desde su nacimiento... Hay animales guardianes como el perro, que cuida la que fue la sede religiosa y necrópolis más importante de toda el área zapoteca, Mitla, considerada como tierra bendita y entrada al mundo subterráneo y a la eternidad, ubicada en el centro de la Tierra”.

   La religión totémica zapoteca les inspira una reserva de su nombre tribal, porque ellos a sí mismos jamás se nombran “zapotecos”. Creen que todas las cosas tienen un nombre mágico (como parece ser) que no debe pronunciarse, así es como sus recién nacidos, además del nombre oficial, tienen otro nombre animista que solo sus padres y parteras conocen:  esta es una práctica vigente, y el nombre secreto humano también lo es en lo que les rodea, por lo que no se sabe el nombre real de Mitla inventándose muchas hipótesis para explicar la designación del sitio, donde lo primero que impacta son sus construcciones de piedra tallada, considerada entre las más bellas que nos legó la antigua América. En el “Vocabulario”, de Córdoba, se lee que, en voz zapoteca, uno de los nombres del santuario era el de Lichbaana, o Vohobaana (lugar sagrado, casa de veneración). Según Burgos, el nombre propio de Mitla es Yoho-pechelichi-pezelao o “fortaleza de Pezelao, el supremo de los oráculos gentiles.”

   Para los cronistas contemporáneos del pueblo zapoteco, como don Marcos de Zaachila, “en zapoteco el sitio se conoce como Lyobaá, que significa lugar de descanso. Mitla es la residencia del sumo Huijatóo, Pontífice de la Eternidad.  Él cuida la puerta por donde se entra a la vida y se sale a la existencia.  El nombre verdadero de Mitla es impronunciable, de tal fuerza que quien lo dice cae muerto”. La palabra mitla es de origen náhuatl; los aztecas llamaban al sitio Mictlán o infra mundo, la tierra de los muertos. El Mictlán era un lugar místico dentro de la concepción filosófica de los pueblos mesoamericanos, punto de contacto entre la vida y la muerte, entre la tierra y la nada; existieron en toda Mesoamérica varios accesos a los dominios del Mictlán, pero Mitla se hizo la puerta legendaria. El misticismo religioso que evocaba el sitio a los indígenas del siglo XVI, hizo que los españoles le llamaran San Pablo Mitla, en honor a este santo que vivió en una caverna. Pero en ellos ciertamente despertó inquietudes que no comprendían, y prefirieron olvidarla, pasando casi desapercibida, registrándose destrozos solamente en el sitio donde se construyó el templo cristiano sobre uno de estos monumentos a la muerte, en su tiempo lugar de adoración de las divinidades zapotecas y de entierro sagrado de los reyes y personajes de alto rango sacerdotal de Zaachila o Teozapotlán. En todo caso, es uno de los pocos sitios arqueológicos que viniendo del período clásico, los españoles alcanzaron a ver en operación, aunque jamás pudieran comprenderlo. Era imposible que entendieran lo que Don Juan intentó enseñar a Carlos Castaneda: que la única compañera sabia que tenemos en la vida es, precisamente, la muerte, quien nos puede enseñar a no aferrarnos a persona, objeto o sentimiento. Una vez cumplida la tarea, partir.

   Mitla se localiza a unos 40 kilómetros al sudeste de la ciudad de Oaxaca, en el valle de Tlacolula; existen camiones como taxis colectivos de recorrido regular. Sólo es posible verla de día, porque además de la jauría de perros que la ocupa al caer el sol, está prohibida su entrada a partir de las 17:00 horas. Lo que se encuentra expuesto al público fueron en su tiempo edificios administrativos y palacios: alrededor del año 800 antes de nuestra Era, la población estaba asentada donde actualmente es inaccesible por los trabajos arqueológicos, pero se nota que en lo que hoy es terreno de cultivo yace enterrada parte de la ciudad. De acuerdo con las evidencias históricas, como la escritura dibujada a manera de grecas sofisticadísimas en la mayoría de sus muros, en que repta magnífica la figura de la serpiente en los mosaicos de piedra, así como en la cerámica policroma que se ha rescatado, Mitla estaba asentada desde la época clásica; cuando Monte Albán fue abandonado en el siglo VI y VII, surgió Mitla como uno de los más desarrollados centros controladores de los Zapotecas del valle. Sólo la gran religiosidad y capacidad técnica logró obtener las miles de piezas que ajustan a la perfección una con otra para el armado de las grecas de los monumentales tableros que aún asombran y desafían a los maestros canteros, en su matemática perfección. Brilló como foco religioso y político en Mesoamérica durante unos ochocientos años, desde el siglo VIII hasta la llegada de los conquistadores europeos. El arqueólogo Marcus C. Winter, con el apoyo del I.N.A.H. ha realizado junto a otros científicos, como Roberto Zárate Morán, importantes investigaciones en la zona, como verificación de fechas con carbono 14;  dice:

   "-Probablemente la distribución de Mitla obedeció a un plano previo; actualmente las estructuras excavadas están ubicadas en cinco conjuntos: Las Columnas, La Iglesia, El Arroyo, Los Adobes y Sur;  siendo las más visitadas y mejor conservadas el de Las Columnas y el de La Iglesia. Aquí hay dos tipos de construcciones: 1) Compuestos de dos cuadrángulos formados por un patio limitado por plataformas que sostienen edificios de planta rectangular a los lados; tal es el caso del grupo de Las Columnas, El Arroyo y La Iglesia. El acceso al patio principal fue por las esquinas, ya que se puede ver unos escalones en el ángulo noreste del patio de Las Columnas. 2) El otro lo forma un solo cuadrángulo limitado por construcciones de forma piramidal con escalones, como se ve en los grupos de Los Adobes y Sur".

   La Iglesia, dedicada a San Pablo, se construyó en 1590 y no  tiene  nada  que ver con Mitla; con modificaciones posteriores, la Iglesia fue construida encima de las estructuras prehispánicas del llamado grupo Norte, que hoy contrasta en el lugar como un monumento fuera de sitio. Esto  imposibilita  la  excavación  de  esta  área, sin embargo, lo que se puede ver basta como muestra de que es esta una ciudad gloriosa del pasado de la raza. Se sabe por el historiador oaxaqueño José Antonio Gay, que bajo esta estructura sobre la cual se construyó la iglesia, existía la entrada a una gruta muy profunda que daba a un lugar secreto, y que por su importancia debió ser el sitio principal, creyéndose que incluso Mitla se construyó por la existencia de la misma gruta. Escribió José A. Gay:

   "En aquel palacio subterráneo la boca de la gruta estaba cerrada con una pesada losa que se levantaba en determinadas ocasiones... Se dice que esa cueva corre debajo de la tierra no menos de cien leguas. Burgoa entiende que no excedía de treinta, y cuenta que después de la conquista, sabía su extrema profundidad por algunas personas curiosas, que se propusieron reconocerla en toda su extensión. Llegado el día señalado, encendieron las teas, tendidos los cordeles para evitar un fatal extravío y seguidos de muchedumbre de indios, varios religiosos de Santo Domingo y personas principales de la ciudad descendieron al palacio subterráneo e hicieron levantar la losa que cerraba la gruta. Adelantaron algunos pasos en aquella sombría mansión de los muertos, y a la luz de las antorchas distinguieron prolongadas filas de gruesas columnas que sustentaban la techumbre. Hubieron continuado adelante en aquellas lóbregas galerías, si el miedo importuno no les da un pavoroso asalto. Pero observaron que el suelo era húmedo en extremo, que se arrastraban cerca peligrosas sabandijas y que el aire que se respiraba distaba mucho de ser puro; a esto se agregó un golpe de viento que súbitamente apagó las teas: se apresuraron, pues, todos a salir, tapiando enseguida la entrada con cal y cantos, como permanece hasta el día".

   Son bellísimas sus construcciones ornamentadas con mosaicos de grecas continuas con variaciones casi imperceptibles para el observador ocasional; se calcula que solo en el patio de Las Columnas, hay más de cien mil piezas talladas en una sola de sus paredes. Son estas formas geométricas labradas con tal esmero que hipnotizan. En todo el pueblo se pueden observar vestigios del centro ceremonial como el Grupo del Adobe, donde se aprecia un basamento temprano (250 a 750 de nosotros): en la cima todavía se localiza un convento de 1674 conocido como El Calvario. Otro grupo abierto al público es el del Arroyo, que en la época de la Colonia fue utilizado como basurero. Mencionemos también que el último rey zapoteco, Cosijopí, quien además de convertirse aparentemente al cristianismo y gastar toda su riqueza en la construcción del convento de Santo Domingo en su nativa Tehuatepec, luego fue procesado por el Santo Oficio, ya que se le sorprendió en el ejercicio oculto de su antigua religión. El mismo obispo que persiguió a Cosijopí y a los sumos sacerdotes de Mitla, llamado Fray Bernardo de Alburquerque, mandó construir entre 1535 y 1580 la fachada del edificio del Obispado (al costado norte de la Catedral de Oaxaca) a imagen y semejanza de una fachada de Mitla, para fortalecer la imagen de fuerza de la nueva religión.

   Dicen los arqueólogos que varias veces a través de los siglos, Mitla fue saqueada. Las cajas de piedra cruciforme encontradas bajo algunos palacios excavados -totalmente labrados con escrituras- estaban en su mayoría saqueadas en épocas insospechadas. Estas ofrendas eran riquísimas por las que se han encontrado intactas, con importantes piezas de oro, plata y cobre, de jade, turquesa y obsidiana, así como vasijas, instrumentos domésticos y rituales que recuerdan a una de las más ricas sociedades arcaicas. Mitla es en verdad una joya en sí misma. El conjunto de Las Columnas, por ejemplo, es una arquitectura espléndida: consiste en una serie de seis columnas paralelas a la fachada labrada totalmente, perfectamente ornamentadas. Desde los techos se divisan grandes rocas dispuestas a manera de cielo con una ligera pendiente hacia los patios. Mirando al noroeste de la zona se observan restos de fortificación de roca natural complementada artificialmente, con fines evidentemente defensivos. El salvamento y restauración de Mitla es un trabajo que se viene realizando hace unos cien años. Dice el arqueólogo Marcus:

   “-Se han hecho diferentes intervenciones en varias etapas para la protección de Mitla, básicamente en algunos grupos, como Las Columnas y La Iglesia; construcciones de la barda que se encuentra al este para delimitar la zona, colocación de vigas y de fierro debajo de los dinteles cuarteados para su protección, colocación de aplanados en las paredes, reconstrucción de plataformas, integración de grecas caídas, protección de los coronamientos de los muros...”

   Pero no es suficiente ni mucho menos, porque se une al trabajo de preservación de lo que se ha rescatado, lo que aún hay que desenterrar, que nadie sabe cuánto es. Es que Mitla cayó en el olvido durante cientos de años, y solo se rompió a finales del siglo XIX, cuando la zona dejó de ser un paraje prohibido, sembrado de misterios, encantado como se le consideró siempre durante la Colonia. Los Zapotecas fueron los únicos que siguieron honrando Mitla, que visitaban el sitio por lo menos una vez al año, toda su comunidad, costumbre venerada que a partir de la Colonia comenzaron a celebrar cada 1° de enero, nombrándosela ahora Fiesta de la Santa Cruz de Mitla, en que todo un pueblo, por orden del dios de voz secreta, recuerda su nombramiento de custodio de la puerta por la que se entra y se sale.

   No es mucho lo que queda de Mitla, pero es excepcional. Cuatro grupos de edificaciones se han rescatado; de una no quedan más que paredes derruidas; en el segundo grupo, rodeados por cuatro salas, hay dos subterráneos (pues Mitla estaba toda comunicada por caminos bajo tierra). En torno a un patio, se encuentra el más importante de los grupos de edificios que se conservan; uno de ellos es la sala de las Columnas que, por un pasillo, lleva al Palacio de los Tableros, donde se aprecia en sus muros una de las más nobles obras de arte de la antigüedad: diez mil piezas de cerámica ajustadas que forman en grecas un propio lenguaje, representando elementos como el agua, el viento, y fenómenos como la lluvia. Esta planta arquitectónica (un patio central y cuatro habitaciones en su costado), se observa en casi toda la arquitectura mesoamericana. En su conjunto, forma la llamada Cruz de Quetzalcóatl o Quincunce, los cinco puntos integrados por el patio y las cuatro habitaciones; esta cruz tiene el punto central que simboliza el encuentro del cielo y la tierra, el "co" o centro esotérico, y también constituye la figura clásica de Venus como estrella de la mañana. Está aplicada aquí la todopoderosa Ley del Centro, donde se transfigura la alianza creadora entre la materia y el espíritu.

   Para don Marcos de Zaachila, Mitla al igual que otras ciudades ceremoniales del pasado de América, no fue concebida ni como palacio, fortaleza o tumba. El esfuerzo realizado en mover, tallar y ensamblar las monumentales piedras, tenían su origen en un conocimiento que ahora no entendemos, "y que estaba directamente relacionado con una forma de interpretar la energía de la vida inconcebible para nosotros en estos tiempos." Nos dice:

   -Uno de los espacios con mayor energía, se encuentra situado al interior del edificio "D" del grupo de las columnas descubierto por Marchall Saville a principios del siglo XX, aunque se supone fue utilizado como tumba, es un túnel subterráneo en forma de cruz, en el que su acceso se hace por debajo de la parte poniente de la cruz. Parado en el centro de la cruz, se vuelve a tener la sensación de encierro y hermetismo que posee toda la arquitectura interior de las construcciones en Mitla. La cruz de Quetzalcóatl que está presente tanto en las grecas, como en la planta arquitectónica y en la tumba del edificio "D", nos evocan espacios alternos, que se esconden ante la primera apariencia. En el caso del grupo "del Norte" y de "las columnas", hacia la parte Norte, que es el rumbo de la muerte, siempre se encuentra una entrada secreta a un espacio "hermético". Todo en el sitio invita a la introspección. Y creemos que la primera concepción filosófica de los constructores de Mitla tenía que ver con un proceso iniciático, en el que el aprendiz de este secreto y misterioso conocimiento tenía que avanzar de espacio en espacio físico, mismo que debía simbolizar su avance en el terreno espiritual. Es el lugar donde los hombres morían a esta "primera realidad" sujeta por la materialidad del cuerpo, para renacer en una "segunda realidad" oculta a los ojos, pero siempre presente. Los diseños, por ejemplo, rescatan el del caracol cortado longitudinalmente, símbolo de Quetzalcóatl, y que se trata en realidad del soplo espiritual que permite los nacimientos interiores. Es el símbolo del viento que arrastra las leyes que someten a la materia; él aproxima y reconcilia los opuestos; convierte la muerte en verdadera vida y hace brotar una realidad prodigiosa del opaco dominio cotidiano, mismo que enseña que la materia no puede ser salvada más que por su propia muerte, puerta a la vida eterna.

   Por un camino subterráneo se llega a la estancia de la "Piedra de los Deseos" y la "Columna de la Vida". Si el amable lector visita alguna vez Mitla, no olvide abrazar esta llamada “Columna de la Vida”: es cierta columna monolítica que soporta el centro del techo en forma de cruz, y que, según se dice, en ella uno puede medir su propia longevidad rodeándola con los brazos: la distancia que exista entre la punta de los dedos es la proporción (con relación al alto del cuerpo) de la medida del tiempo que le queda por vivir. Debo confesar que lo hice, y se me indicó que aún podré vivir unos cuarenta años más, lo que me hizo muy, muy feliz. Al fin de esta visita, permítaseme citar, cual ofrenda ceremonial, un breve verso de Gabriela Mistral, cuando estuvo aquí, en el umbral de la eternidad:

“En el campo de Mitla, un día
de cigarras, de sol, de marcha,
me doblé a un pozo y vino un indio
a sostenerme sobre el agua,
y mi cabeza, como un fruto,
estaba dentro de sus palmas.
Bebía yo lo que bebía,
que era su cara con mi cara,
y en un relámpago yo supe
carne de Mitla ser mi casta”.
(c)Waldemar Verdugo Fuentes.

FUENTE: Artes e Historia-México
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